Desobediencia Civil
- Eulalia Gervás Pabón

¿Dónde está escrito que ser español tenga que ser una idea infeliz, amargada, invivible? ¿Por qué padecemos de úlcera de estómago público cuando somos gente abierta y acogedora? ¿En qué arcano celeste hay una “Casa España” simbolizando la frustración política? Esta mala tirada de cartas fraguó el 14 de octubre de 2003 o Pacto del Tinell gracias a los profesionales de la política del nacionalismo y la izquierda. Ambas fuerzas han pactado sangre contra la convivencia, contra el Derecho, contra la Constitución, en un pacto escrito que exige que la Nación española no alcance nunca una idea aceptablemente escéptica de felicidad política, es decir, de sana continuidad. Y en cuanto uno señala el veneno inoculado, le tachan de ¡Facha!
El último episodio de esta guerra civil en tiempo de paz sucedió hace poco en la última investidura de Sánchez donde directamente proclamó un muro como el de Berlín contra los españoles que no le habían votado a él. Junto al poderoso Ku Klux Klan separatista, en dos sabores, asesino y golpista, se enseñorea el corrupto de la Moncloa trabajando incansable en socavar nuestra amistad civil española concediéndoles privilegios a quienes, como invasores, nos cobran vasallaje y rescate en este secuestro político permanente. Siempre que puede, Sánchez perora: “Español, nadie te defiende porque nadie te ama. Eres despreciable. No mereces los cuidados que prodiga mi relamido Estado de Bienestar. Paga impuestos y límpiale las botas a mi familia, a mi partido, a mis aliados”. Y lo cumple el tío, porque ante cualquier hecatombe nacional, y mira que ha tenido ocasiones en su mandato, saca la calculadora maquinando cómo enfrentar un dolor rojo-feminista-pesoe-progresista-homo-y-trans contra el mismo dolor, pero de tercera o cuarta, titulado azul-clase-alta-machi-hembrado-facha-pantano-reaccionario-antibien.
En China te caes en la calle y nadie te socorre temiendo un chantaje o un engaño. En España, surge espontáneo un ejército de colaboradores que organizan el rescate de tu cuerpo y pertenencias sin que nadie los dirija
Hay una ley universal: todo régimen político tiende a degenerar torciendo el mandato primigenio bajo el que surgió. Pasa en todos los países, en todas las épocas, sea cual sea su forma. También sabemos que degeneran menos los sistemas que se esmeran en la vigilancia y cercenan la impunidad con dimisiones reales para que no les sea tan fácil a un Don Cualquiera y amigachos, burgueses liberales o socialistas, farrondar el sistema de libertades políticas.
La atención constante sobre la acción política recuerda a esas manadas de suricatos puestos de pie sobre la caliente tierra africana atisbando depredadores y dando la alerta del peligro antes de que la catástrofe de un ataque merme al grupo. En España cuando el poder oye una alerta, la tachará de exageración, sabotaje o conspiración.
La Nación somos los actualmente vivos provenientes de los que nos criaron y los que sigan cuando ya no estemos. Esta continuidad humana de ciudadanos forma la comunidad política, sea cual sea el artilugio estatal de poder en cada tramo histórico. Hemos conseguido darle forma a una amistad civil real que consiste en vivir sin miedo al otro, fiándote y trabajando los unos junto a los otros sin recelo. Esto que todavía disfrutamos en España no es tan habitual en otros países. Por eso debemos mantener la alerta para que esta amistad cívica no se envilezca ni malbarate, a todos a todos compete mantenerla sana.
La paz civil consiste en que, aunque el otro no piense o viva como tú, le reconoces perteneciente a tu mismo grupo de criterios morales. No le impides expresar su discrepancia, le defenderías y ayudarías en caso de necesidad. En China te caes en la calle y nadie te socorre temiendo un chantaje o un engaño. En España, surge espontáneo un ejército de colaboradores que organizan el rescate de tu cuerpo y pertenencias sin que nadie los dirija. Tal cual, como en la DANA de Valencia, como en el socorro ciudadano el día del apagón, como los vecinos que recogieron a los varados entre las vías del AVE. Cuando sales del país a trabajar empiezas a echar de menos ese acervo civilizatorio moral y cuando vuelves, viendo cómo funciona sin que nadie lo imponga, te sientes de nuevo “en casa”.
Vivimos en un país con altos valores cívicos a pesar de que todos los días desde el poder en cada noticiario, en libros de texto y conversaciones televisadas, en las pelis subvencionadas, en las leyes que promulgan, en todas partes donde la oficialidad de izquierdas y aliados tienen plaza, palpita el deseo de provocar una urgente guerra ideológica que destruya el escéptico optimismo que toda sociedad sana posee. Buscan cegarnos para no ver la realidad de la auténtica comunidad política que somos. Bajo la lucha de clases buscan la lucha entre vecinos. No les dejemos.
La mayor manipulación del poder es usarnos como peones a su servicio, privarnos del gran colchón moral y material que nos han legado generaciones anteriores y que tenemos la obligación de transmitir a los jóvenes. Como dice una querida amiga: Obra al revés, para acertar. ¡Desobediencia Civil!