Superabundancia
- Eulalia Gervás Pabón
Estoy leyendo un libro que no me está resultando fácil, pero sé que si no me esfuerzo y sigo hincándole el diente será difícil que vuelva sobre él y me moriré sin haber comprendido la característica esencial de nuestro tiempo que explica el mundo lleno de objetos útiles y oportunidades increíbles de aprendizaje, salud y longevidad. Nada que ver con el tiempo atrás.
Si quiero comprender asuntos que no son sencillos, pero que explican dónde estamos y el porqué, es porque no me puedo conformar con lo que creo saber y quiero estar al día, activa. Como dice la tradición desde Noe, ser viejo sólo merece la pena si eres sabio. Ningún anciano o anciane que diría un tonto a la última, puede ofrecer fuerza o rapidez, pero sí sabiduría y conocimiento. Hay que evitar el ridículo de ser viejo y creerse inútil, ignorante, de haber pasado por una vida de 30.000 días sin consecuencias.
Eulalia Gervás Pabón
El libro que estoy leyendo se llama Superabundancia. Además de describir que el aumento de la población no es peligroso, sino que hace crecer los recursos disponibles, estudia el porqué. Es muy común la creencia de que, si la población crece rápidamente, los recursos naturales del planeta van a escasear provocando hambrunas y desastres, contaminación, pero lo que ha sucedido a lo largo de 200 años es justamente lo contrario. De hecho, los países industrializados, ennegrecidos por el carbón como fuente de energía, son hoy los más limpios y concienciados anti-residuos. Los autores cuantifican, gracias al estudio de precios, cómo cada ser humano ha creado más valor del que consumió. Los humanos crearon valor en ideas, descubrimientos, inventos, usos y bienes. Al final de cada proceso de ideas y producción sobreviven y permanecen las invenciones que nos permiten superar la escasez, estimular el crecimiento económico y elevar el nivel de vida, pereciendo y quedando obsoletas las que, a pesar de su momentáneo éxito, no provocaron mejoras, sino moda. Esta selección no la hacen los Estados sino los ciudadanos que viven en sociedad.
La confiscación del capital a base de impuestos al sueldo del trabajador, a la renta de las personas físicas y al beneficio empresarial, impiden este desarrollo de nuestra superabundancia, nos quita lustre y nos esclaviza con el único fin de alimentar un Estado elefantiásico que consume la mitad de lo que producimos, que no produce y no está centrado en facilitar nuestro proyecto sino su bienestar
La prosperidad y el progreso no la traen los políticos sino las sociedades que permiten que las personas piensen, difundan libremente sus ideas y opiniones, expongan en publicaciones su investigación y conocimientos, debatan y contrapongan ideas, ejerzan sus profesiones sin coacción, se asocien en libertad por las causas que consideren dignas de proteger o apoyar. La abundancia de los recursos ha terminado siendo superior al aumento de la población. De ahí la superabundancia en la que vivimos. En nuestra mano, en nuestro móvil, podemos encontrar todo el conocimiento acumulado por los seres humanos. Hoy en día, ideas, inventos y ocurrencias producidas al otro lado del mundo, nos llegarán y podremos mejorar nuestro negocio, trabajo, afectividad, consciencia, sensibilidad, nuestro carácter o nuestra comunidad.
Para llevar a cabo este programa, que no es político sino social, los ciudadanos han de poder trabajar, ahorrar, invertir, innovar, comerciar, obtener beneficios, desarrollar nuevas empresas y sectores... La confiscación del capital a base de impuestos al sueldo del trabajador, a la renta de las personas físicas y al beneficio empresarial, impiden este desarrollo de nuestra superabundancia, nos quita lustre y nos esclaviza con el único fin de alimentar un Estado elefantiásico que consume la mitad de lo que producimos, que no produce y no está centrado en facilitar nuestro proyecto sino su bienestar.
Esta superabundancia en la que vivimos es la suma productiva de las vidas, ideas y quehaceres de todos los habitantes habidos. Precisamente, los que en la actualidad somos los mayores del planeta, los testigos del gran salto de la escasez a la abundancia, somos los responsables de su transmisión. No estamos jubilados, tenemos la responsabilidad de favorecer que lo que nos trajo hasta aquí, pueda seguir funcionando, somos agentes sociales y políticos activos. No hay que dejar que el mundo comience en cada generación como Adanes desnortados. Hay que contar a los jóvenes las claves de la prosperidad, cada cual, de la suya. Hay que enseñar lo aprendido, las verdades de la vida que sólo pasados los 60 surgen como fruta madura en la mente, y no creer que tus habilidades para mejorar hace 50 años serían ahora inútiles. El ser humano sigue igual de imperfecto, igual de mejorable, igual de necesitado de modelos, símbolos y mitos. Lo que posee un ciudadano mayor y anciano es superabundancia de vida y conocimiento transmisibles. Hagamos honor al cargo.
Camino a la vejez, la última gran etapa que viviremos, hay que prepararse para salir airosos dejando buena memoria y gran ejemplo práctico a los que se enfrentarán a lo mismo unos años más tarde.


