Mamandurrieros altivos

Damián Beneyto Pita

(“Mamandurria: Sueldo que se disfruta sin merecerlo”)

España es uno de los países donde más gente recibe emolumentos sin pegar un palo al agua. Somos los campeones de la subvención, el subsidio, la dádiva o el óbolo, no siempre justificado, del que se aprovechan miles de indígenas y no indígenas a costa de los probos trabajadores y de los pensionistas con pensiones contributivas. A costa de “Juan pandero” viven bastantes que, en muchas ocasiones, no han intentado ganarse la vida nunca.

Esta afirmación es seguramente  políticamente incorrecta  y para el “buenismo” que impera una aberración, pero, si se quiere, es fácil de constatar haciendo un paralelismo entre el número de “subsidiados”, de una forma u otra en edad de producir, y la falta de trabajadores en muchos sectores laborales.

damian Damián Beneyto Pita

 

Con esto no quiero decir que no hayan personas que necesiten temporalmente o incluso permanentemente percibir ayudas  para subsistir y hay que dárselas, pero desde luego no en el número que hoy existen en nuestro país.

Sin embargo a este colectivo de vagazos y aprovechados no se les puede considerar mamandurrieros altivos, son mamandurrieros modestos que, en la mayoría de los casos, reciben  “paguinas” que junto con algún que otro “chaperón” que realicen en negro les permite  ir tirando sin mayores problemas.

El mamandurriero altivo es  otro cantar y no creo que exista otro país, al menos en Europa, donde más abunden que en el nuestro.

Estos personajes son consecuencia de cómo se entiende la “res pública” por estos lares. Hemos creado un sistema político que fomenta la mamandurria hasta límites insospechados. Miles de caraduras utilizan las instituciones para vivir opíparamente del erario público durante toda su vida laboral con el único mérito de ser sindicalista militante o pertenecer a un partido político.

Los teóricos representantes de los trabajadores - y digo teóricos porque el número de afiliados a los sindicatos en España es bastante ridículo y la participación en las elecciones sindicales aún más- en su mayoría no han trabajado en su gremio más que un tiempo insignificante y en cuanto tuvieron oportunidad metieron la cabeza en la organización sindical y se liberaron (bonito palabro) para no volver a dar un palo al agua en su vida, especialmente los jerarcas de los llamados sindicatos de “clase”; cobrando, eso sí, sueldos, complementos y otras prebendas algunas de difícil justificación.

Además, especialmente en la función pública, con el dinero de todos, hay que pagar a alguien que  sustituya al “liberao” en cuestión en su plaza que “como no podía ser de otra manera” (en politiqués) mantiene permanentemente aunque no la vuelva a ocupar nunca.

El  estar financiados los sindicatos por el erario público y no por las cuotas de sus afiliados como en otros países, permite que el número de liberados “progrese adecuadamente” y  que haya un compadreo indecente con los gobiernos de turno acallándose muchas veces justas reivindicaciones laborales a cambio de subvenciones que se gastan en cursillos -algunos invisibles  y otros de poca utilidad-, en el mantenimiento  de sedes -cuyo provecho es más que discutible salvo para tener “aposados” a los mamandurrieros de turno calentitos en invierno y fresquitos en verano-  y en  juergas y cuchipandas de toda clase y condición.

La justificación del dinero público recibido es cuanto menos de dudosa credibilidad como así lo atestiguan las causas judiciales sentenciadas y otras  pendientes  contra  algunas de estas entidades que naturalmente nunca llegan a aclararse debidamente.

Sin embargo donde más mamandurrieros cogotudos hay es en la política. España es uno de los países del mundo con más gente viviendo de la actividad política por metro cuadrado.

Algunos como cargos electos por arte y parte de la partidocracia existente: concejales liberados, alcaldes, diputados provinciales, diputados autonómicos, diputados nacionales, senadores, eurodiputados.

Otros  elegidos dedocráticamente para ocuparse en muchas ocasiones  de  menesteres  tan rimbombantes como improductivos:  ministros, consejeros autonómicos, subsecretarios, secretarios generales nacionales y autonómicos, directores generales nacionales y autonómicos, jefes de gabinete municipales, provinciales, autonómicos y nacionales, asesores, asesores de los asesores,  jefes de gabinete de los jefes de gabinete, delegados del gobierno, directivos de empresas públicas y organismos varios inventados para mayor gloria del compadreo y el enchufismo, etc.

 La mayoría de  estos personajes reciben emolumentos abusivos muy por encima de sus merecimientos y de su utilidad pública. Además muchas de las funciones que realizan algunos de los denominados “cargos de confianza” podrían realizarlas funcionarios, mucho más preparados, con el consiguiente ahorro de dinero público.

Ser mamandurriero altivo también tiene la ventaja de que para serlo no se necesita ninguna preparación específica, ni cualificación profesional. No hay que opositar y ni siquiera hace falta tener estudios primarios. Se puede ser analfabeto funcional y pasarte la vida zascandileando  de cargo en cargo bien electo o bien dedocrático

Ser mamandurriero altivo también tiene la ventaja de que para serlo no se necesita ninguna preparación específica, ni cualificación profesional. No hay que opositar y ni siquiera hace falta tener estudios primarios. Se puede ser analfabeto funcional y pasarte la vida zascandileando  de cargo en cargo bien electo o bien dedocrático. Todo va a depender del partido al que pertenezca  el individuo en cuestión y de lo habilidoso que sea el susodicho para arrimarse al caballo ganador.

Algunos son tan sumamente “apañados”  que se pasan toda su vida laboral de cargo en cargo, (seguro que los que tienen la caridad de leerme conocen a algunos), con el único mérito de ser fieles al partido, al líder de turno (dependiendo de la institución), tener unas buenas tragaderas y estar dispuestos a mancharse las manos si es necesario. Eso de estar al servicio del pueblo soberano, de resolver los problemas de los ciudadanos, de deberse a los votantes son paparruchas  que quedan muy bien en los mítines, ruedas de prensa y demás  como brindis al sol.

Los que llegan a la política con vocación de servicio a la comunidad suelen durar lo que una verdad en la boca del tal Sánchez. La profesión de político o asimilado es cada vez más el reducto de los mediocres tanto a nivel intelectual como ético y cada vez es más difícil encontrar en esos menesteres a personas con preparación y honestidad. Da igual la ideología, como dijo el “casto” Pablo Iglesias Turrión, todos forman parte de la “casta”… de mamandurrieros altivos por supuesto.

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