La gestión forestal o cómo evitar los grandes incendios forestales

Francisco Castañares Morales

Tras los grandes incendios del sur de California, que arrasaron a principios de 2025 barriadas enteras de Los Ángeles, destruyendo miles de casas y matando a 28 personas, nos preguntábamos si incendios así podrían ocurrir en España  y si hay motivos para preocuparnos en regiones como Extremadura.

No es la primera vez que episodios de esta naturaleza nos golpean con extrema dureza. Ni siquiera es el episodio más dramático en pérdida de vidas humanas. A la mente, y sin necesidad de consultar estadísticas, se nos vienen incendios como el de Maui, en la isla de Hawai (2023), que mató al menos a 102 personas. O el de Ática, en Grecia (2018), que se cobró la vida de 100 personas que veraneaban en las costas del Egeo. O los de Pedrógão Grande y norte de Portugal, que se cobraron 65 y 44 vidas en junio y octubre de 2017, a pocos kms de las fronteras españolas de Extremadura y Galicia.

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Episodios tan mortíferos como los de Los Ángeles, Maui y Ática, pueden producirse en cualquier lugar de la costa española del Mediterráneo y en las Islas Baleares. También en muchas zonas de interior, en las que hay urbanizaciones o multitud de viviendas diseminadas por zonas boscosas. En Extremadura, el día que arda con intensidad La Montaña de Cáceres vamos a tener un problema gravísimo si no se aplican con urgencia severas medidas de protección en las inmediaciones de la mayoría de las viviendas que hay diseminadas por prácticamente toda la Sierra de La Mosca. Nos gusta mucho vivir en la naturaleza, pero tenemos que saber cuán peligroso es hacerlo si no se adoptan medidas de seguridad contra incendios que aíslen nuestras viviendas para impedir que las llamas puedan alcanzarlas.

Incendios como los de Pedrógão Grande y el norte de Portugal, pueden ocurrir en cualquiera de nuestros territorios forestales, con multitud de pueblos enclavados en medio del bosque o en sus inmediaciones. Un incendio forestal como aquellos, que alcanzaron velocidades de propagación superiores a las 14.000 hectáreas/hora, podría provocar una auténtica catástrofe en lugares como Las Hurdes, la Sierra de Gata y algunas zonas de Monfragüe, Las Villuercas, La Siberia o La Serena. Y no solo por el alto número de hectáreas que podrían arrasar, que serían decenas de miles, también por el número de vidas humanas que podrían llevarse por delante.

Un incendio como el de Pedrógão en 2017 podría arrasar Las Hurdes enteras en poco más de seis horas. Pero es que un incendio como el que se produjo en el norte de Portugal el mismo año, podría llevarse por delante Las Hurdes enteras en menos de tres horas, con sus más de 50 núcleos de población dentro. Pueden imaginar las dimensiones de la catástrofe. No habría tiempo para evacuar, ni medios para poder sacar a los habitantes de esa bella comarca del norte de Cáceres diseminados en pueblos y alquerías.

Es urgente que en los entornos de los pueblos y alquerías enclavados en el monte o en sus inmediaciones se adopten medidas de protección que impidan que las llamas puedan acercarse a las viviendas. La recuperación de los olivares tradicionales, los viñedos, castañares de fruto y otros campos de frutales es crucial para asegurar que la gente que aún habita los pueblos pueda vivir tranquila, sin miedo a que ningún incendio forestal, por grande que sea, pueda poner en peligro sus vidas y sus hogares. Antaño, cuando estaban cultivados y bien cuidados, eran un seguro de vida, un cinturón de seguridad que blindaba los pueblos y las casas ante el riesgo de los incendios. Hoy, la mayoría están abandonados, perdidos y ocupados por un matorral que avanza cada año hasta apoderarse de ellos, metiéndose hasta las puertas mismas de las casas en las que vive la gente, creando escenarios propicios para que ocurra una catástrofe.

Un incendio como el de Pedrógão en 2017 podría arrasar Las Hurdes enteras en poco más de seis horas. Pero es que un incendio como el que se produjo en el norte de Portugal el mismo año, podría llevarse por delante Las Hurdes enteras en menos de tres horas,

La administración forestal debería declarar de interés general los olivares tradicionales de montaña que están enclavados en las zonas de Alto Riesgo de Incendio Forestal y ayudar a sus propietarios, cada vez más envejecidos, a recuperarlos y mantenerlos productivos y activos contra el fuego. Una vez recuperados, y si sus dueños no pueden o no quieren explotarlos, podrían entregarse a familias que quisieran mantenerlos a cambio de su producción, o explotarlos directamente vía convenio de colaboración con los Ayuntamientos, creando una marca de calidad que ponga en valor los productos que nos ayudan a evitar incendios forestales, que podría ser un incentivo con alto valor comercial dada la creciente sensibilización que hay en la sociedad española.

Así, el aceite de oliva virgen extra de nuestras extraordinarias aceitunas “manzanilla cacereña” podría sumar a la larga lista de bondades que sin duda tienen los frutos de todos los olivares, uno que lo haría aún más exclusivo y valioso: el de la lucha más eficaz contra los incendios que arrasan bosques y se cobran vidas animales y humanas. Destinar una parte del dinero que cada año se gasta en extinción a evitar que los incendios se propaguen descontrolados es la más noble y urgente tarea que una administración pública puede hacer en nuestros días. No solo porque evite incendios y salve vidas, también porque ahorrará una buena parte del ingente gasto que cada año las administraciones emplean en extinción.

Evitar que una hectárea de bosque se queme cuesta 2.000 euros. Apagar un incendio en esa misma hectárea cuesta 20.000. No hay que ser un brillante doctor en economía por la Universidad de Harvard para saber qué es lo más rentable y dónde, exactamente, se sitúa el despilfarro.

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