2025: un año en el que no tenemos nada que celebrar

Juan Andrés Frías González

unca un cadáver había sido tan celebrado en nuestro país, salvo el del Cid Campeador que, dicen, conseguía ganar batallas después de muerto.

Primero lo exhumamos, después lo volvemos a enterrar y, ahora, lo homenajeamos. Esta persecución cadavérica ha conseguido llevar la unanimidad hasta el mismo Consejo de Ministros. Y no era tarea fácil.

Desde luego, es mucho más fácil cuando el cadáver ofrece escasa resistencia y, en este caso, no se tiene constancia de que haya cursado la más mínima reclamación. Quizás sea el motivo de haber esperado cincuenta años, para estar seguros de que la flebitis final había conseguido el objetivo.

juan andres Juan Andrés Frías González

Y ahora nos encaminamos a una cifra que se acerca ya al “centenar”: 25 años de paz (con Franco) más 50 de libertad (después de Franco).

Desde luego, los españoles que rondamos los 70 tenemos pocas razones para estar desanimados. Pocos antecesores podrán presumir de tan amplio periodo de prosperidad.

Casi me atrevo a pedir a los que mandan que hagan el favor de no estropearlo.

Nubarrones existen, pero no siempre acaba lloviendo.

Pero habrá que trabajar duro.

No es admisible que volvamos a perder la paz (y también la libertad), por incomparecencia.

Porque dice el Presidente que puede volver a ocurrir (se refiere al franquismo), pero ya tendrá que ser sin Franco, salvo que tengamos una fe ciega en la reencarnación.

Claro que también podría volver una especie de república bolivariana como herencia en diferido de los dos ejemplos “triunfantes” de nuestra historia (1873 y 1931). Se supone que sin Maduro, sin Delcy y su hermano, sin Diosdado Cabello…

Reflexionemos sobre ambas posibilidades:

Parece más cercana la segunda que la primera, aunque ambas lejanas en mi modesta opinión, porque los españoles ya decidimos una vez (pronto hará 50 años), que repudiamos el enfrentamiento y preferimos el consenso sobre los problemas y las cuestiones políticas y económicas que nos atañen.

Si cometemos el error que ya cometieron nuestros mayores, habría que pasar la factura del recuerdo a los que hoy trabajan a diario para destrozar nuestra convivencia.

No olvidemos que tenemos un Gobierno nacido de una derrota electoral hace poco más de un año, que no descarta gobernar sin Parlamento (dice nuestro Presidente), sin Presupuestos hasta la fecha, que indulta y amnistía a los delincuentes políticos, que se apoya en partidos que aplauden la violencia y se coaligan con la extrema izquierda, a la vez que levantan un muro para separar a los que no suelen reírle las gracias.

Por tanto, las posibilidades de la vuelta del franquismo son escasas, pero la instalación de una especie de chavismo europeo no es descartable, aunque no se lo vamos a poner fácil.

Hay que poner el empeño suficiente en recordar , como memoria histórica y democrática, el año 1976, con la Ley de Reforma Política y su referéndum popular; 1977, con las primeras elecciones libres del 15 de junio; 1978, con la aprobación por mayoría abrumadora de la Constitución, el 6 de diciembre de ese año.

Cualquiera de esas tres fechas merece el reconocimiento de los ciudadanos que se sientan y ejerzan como demócratas.

«Las posibilidades de la vuelta del franquismo son escasas, pero la instalación de una especie de chavismo europeo no es descartable, aunque no se lo vamos a poner fácil»

Si algunos todavía no están satisfechos, podríamos añadir abril de 1979 con las elecciones municipales que democratizan los ayuntamientos de toda España y, para redondear el cuadro conmemorativo, el 28 de octubre de 1982, cuando el PSOE obtiene un dato histórico de apoyo popular, con una mayoría abrumadora de 202 diputados (si comparamos el dato con la escuálida representación actual de 120 diputados, es para preguntarse por qué ocurren las cosas).

Pero, en cualquier caso, la España real de aquella época sustituye a la del periodo dictatorial de manera incontestable.

Cualquiera de las fechas citadas, o todas ellas a la vez, podrían suscitar el apoyo de la inmensa mayoría de los españoles, aunque , al día de hoy, es cuestionable que mereciesen el apoyo de la mayoría de los diputados que dicen representarnos.

Y es que una cosa es predicar…, y otra, trabajar, de verdad, por una democracia homologable a las más avanzadas del mundo libre.

En la España de hoy pocos reman a favor y muchos soplan en dirección contraria. Esperemos, con paciencia, que el viento cambie de orientación.

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