¿Bisontes en Extremadura?
- Francisco Castañares Morales
Desde hace unos años hay un movimiento europeo, el “rewilding”, que cuenta con una fuerte financiación e importantes apoyos, entre ellos el de la Unión Europea y la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). En teoría, pretenden reconstruir ecosistemas degradados por la acción humana, sin tener en cuenta que la especie humana es una más, que forma parte de los ecosistemas en los que habita desde hace cientos de miles de años.
Los ecosistemas más degradados son los entornos urbanos e industriales, pero esos no cuentan para estos “rehabilitadores del rewilding”. Ellos se han fijado en nuestro medio rural, que avanza hacia la despoblación a pasos agigantados. La tierra, sobre todo las grandes superficies, es de muy pocos propietarios y, con dinero por delante, los promotores creen que pueden convencerles fácilmente.
Francisco Castañares Morales
El “rewilding” es, en la práctica, un intento más para acabar de expulsar a los pocos habitantes que quedan en el ya casi vacío medio rural. Pretenden quedarse con decenas de miles de hectáreas en las que introducirán especies exóticas como el bisonte europeo, en semilibertad para el aprovechamiento turístico, como si de un enorme zoológico se tratara.
La ley de conservación prohíbe la introducción de especies exóticas en cualquiera de los ecosistemas ibéricos, como también lo hace la Directiva Europea de Hábitats. Los defensores del “rewilding” arguyen en su favor que bisontes europeos ya hubo en la península y pretenden acreditarlo recurriendo a las pinturas rupestres de la Cueva de Altamira, pero ni siquiera eso es cierto. El bisonte que pintaron nuestros antepasados prehistóricos en Altamira no es el bisonte europeo (Bison bonasus), es el bisonte estepario (bison priscus), extinguido, como los mamuts y los dinosaurios, hace miles de años.
El “rewilding” es, en la práctica, un intento más para acabar de expulsar a los pocos habitantes que quedan en el ya casi vacío medio rural. Pretenden quedarse con decenas de miles de hectáreas en las que introducirán especies exóticas como el bisonte europeo, en semilibertad para el aprovechamiento turístico, como si de un enorme zoológico se tratara.
El bisonte de Altamira habitaba un ecosistema helado, conocido como la “Estepa del Mamut”, que ya no existe en ningún lugar del planeta, ni es por tanto reconstruible, como así se acredita en un estudio elaborado y firmado por cuarenta científicos de diversos países del mundo. El trabajo, titulado “Rewilding through inappropriate species introduction: The case of European bison in Spain” (Reconstrucción mediante la introducción inadecuada de especies: el caso del bisonte europeo en España), ha sido publicado recientemente en la prestigiosa revista científica The Society for Conservation Biology y se muestra radicalmente contrario al “rewilding” mediante la introducción de bisontes europeos en nuestros espacios forestales.
Los científicos firmantes no dudan en calificar de ilegal, además de un auténtico disparate, la introducción de una especie exótica que nunca estuvo aquí, lo que puede provocar enormes desequilibrios biológicos en los lugares que sufran esa peculiar “reconstrucción”. Es, por tanto, una introducción denunciable, que hará un gravísimo daño a nuestros ecosistemas por la competencia con otros grandes herbívoros, silvestres o domésticos, que sí son propios de nuestros montes y dehesas.
Los promotores de esta descabellada idea justifican su interés en los beneficios que podrían reportar los bisontes frente a los incendios forestales, un mantra bajo el que se acogen las más peregrinas ocurrencias. Ya hemos dicho en infinidad de ocasiones lo que hay que hacer para evitar los grandes incendios forestales: gestionar y aprovechar adecuadamente nuestros bosques. Y para hacerlo, tenemos la silvicultura preventiva, los cultivos agroforestales intercalados en las zonas de bosque denso para evitar grandes superficies continuas, y el pastoreo extensivo con nuestras vacas, ovejas y cabras. Estas actividades humanas sí hacen un papel fundamental para evitar los grandes incendios forestales, como puede comprobarse en los lugares en los que aún se mantienen.
Y es también innecesaria la introducción de bisontes porque nuestros espacios forestales cuentan con miles de ciervos, jabalíes, gamos y corzos, grandes herbívoros salvajes que tienden a ocupar las zonas de pastoreo abandonadas por la creciente despoblación, sustituyendo a la antigua ganadería extensiva tradicional.
Nuestro ganado y nuestros grandes herbívoros silvestres sí son eficaces para prevenir los grandes incendios forestales, sobre todo si su pastoreo va acompañado de una acción humana inteligente para ordenar y gestionar preventivamente el territorio forestal. Sin los humanos, que sí somos originarios de los montes extremeños, no hay más solución contra los grandes incendios que los incendios mismos.
Hay que exigir a la UE y a la UICN que actúen con rigor, hagan caso a la ciencia, y dejen los bisontes europeos para los ecosistemas en los que existieron alguna vez a lo largo de la historia. Si quieren de verdad “reconstruir” ecosistemas degradados, lo que tienen que hacer es financiar y legislar para favorecer la “repoblación” con las especies que siempre estuvieron aquí. Entre ellas, hay una que destaca y está en franca regresión, desde el gran éxodo rural que se produjo en la década de los años 60 y 70 del pasado siglo: los humanos (Homo sapiens).
Que se metan sus bisontes donde les quepan, pero hagan el favor de mantenerlos alejados de nuestras dehesas y nuestros montes.


