Incendios, el drama de cada verano (III)

Francisco Castañares Morales

Y vamos con la tercera entrega de lo que iba a ser una trilogía sobre incendios forestales y, a la vista de lo ocurrido durante septiembre, va a llevarnos seguramente a un cuarto artículo para poder extraer conclusiones. En la segunda entrega me preguntaba por lo que podría ocurrir en lo que quedaba de campaña de alto riesgo:

francisco_castañares Francisco Castañares Morales

¿Qué va a ocurrir de aquí a que finalice el verano? Es difícil prospectar lo que hará la meteorología. Si sigue como hasta ahora, el riesgo de sufrir grandes incendios será cada vez menor, pues las noches se alargan y los días se acortan. Es posible, además, que tengamos alguna tormenta estival, que si viene acompañada de chubascos aún nos ayudará más a conjurar el peligro. Con vientos mayoritariamente de componente oeste, que recuperan humedad durante la noche, y noches cada vez más largas, los medios de extinción, que están haciendo un magnífico y eficaz trabajo, tendrán un aliado excepcional para combatir los incendios que se produzcan, sobre todo si se mantienen alejados de las zonas forestales densas…”

Los vientos de componente oeste han dominado la meteorología durante todo el verano en la zona occidental de la península. Cuando eso ocurre, tenemos veranos con noches húmedas que frenan muchísimo la intensidad de los incendios forestales. Son vientos que proceden del Atlántico, vienen cargados de humedad y mantienen húmedo el combustible forestal. Aunque esté disponible para arder y si hay fuego se quema, su intensidad es mucho menor por la carga de humedad que el viento del oeste les mete durante las noches, que se nota sobre todo en los combustibles ligeros. En los combustibles pesados lo que hace es frenar su pérdida de humedad manteniéndolos en menor disposición para arder. El fuego tiene que utilizar una parte de su energía, mayor cuanto más alta es la humedad de la vegetación, en secar el combustible para que pueda arder. Por eso arden más despacio, sobre todo durante las noches, y pueden ser controlados muy fácilmente si tenemos buenos medios de extinción y sus profesionales están bien entrenados para actuar sin el apoyo de medios aéreos. Eso es lo que ha pasado durante la mayor parte de este verano, por eso no hemos tenido incendios extremos. La mayor parte de ellos, incluso los que reúnen los requisitos de superficie quemada para ser considerados grandes, han sido controlados antes de que llegue la noche o en las primeras horas tras el ocaso.

Pero hace un mes también advertía: “Para que haya convección y los incendios puedan armar pirocúmulos se necesita muchísima energía y, por tanto, una cantidad de vegetación muy elevada, además de unas condiciones meteorológicas que la faciliten (mucho calor en el suelo y frío en las capas altas de la atmósfera). Suelen darse cuando tenemos viento Solano (terral, de levante o procedencia este), que llega a Extremadura muy seco por haber cruzado la península y pone la vegetación en la máxima disposición de arder.”. Y lo que no había ocurrido durante todo el verano, ocurrió. Fue en Portugal, pero perfectamente pudo haber ocurrido aquí.

Los que me siguen saben que durante la época de peligro alto publico diariamente el nivel de riesgo de incendios forestales. En junio de 2017 detectamos una situación meteorológica extrema y alertamos a los responsables de los medios de extinción, además de publicar la alerta en los medios de comunicación. No ocurrió aquí pero ocurrió en el vecino Portugal. Un gran incendio forestal, en la zona de Pedrógão Grande, quemó entre el 17 y el 24 de junio más de 30.000 hectáreas y mató a 65 personas, dejando también 135 heridos.

Una situación similar ocurrió entre el 13 y el 19 de septiembre, afectando como en aquella ocasión al oeste de la península ibérica. En los días previos la situación meteorológica anunciaba vientos de componente este, que aquí llamamos solano o levante, que podían mantenerse durante varios días. Y lo que no había ocurrido durante todo el verano ocurrió, cuando ya la campaña de incendios forestales tocaba a su fin. Las condiciones eran igualmente malas en el centro y la mitad norte de Portugal, pero también en el sur de Galicia, oeste de Castilla y Leon y mitad norte de Extremadura (la provincia de Cáceres prácticamente al completo).

Y nuevamente en Portugal se desató la tragedia. En solo cuatro días se han quemado alrededor de 140.000 hectáreas, han muerto 7 personas y más de 40 han resultado heridas. Ha bastado una semana de viento solano para desatar un episodio de grandes incendios forestales simultáneos, imposibles de controlar hasta que no cambiaron las condiciones meteorológicas. Decenas de incendios, algunos días contabilizamos más de 150, colapsan cualquier servicio de extinción, por muchos medios que tenga, muy profesional que sea y muy bien entrenado que esté.

El episodio de septiembre nos enseña que nunca hay que bajar la guardia y, como tantas veces hemos repetido desde hace años, nuestra única opción frente a los grandes incendios es el combustible. Si no lo gestionamos, el fuego lo hará por nosotros, como ocurre desde que hay vida en el planeta.

 

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